lunes, 7 de junio de 2010

Gatos y embarazo


Es frecuente encontrar en los periódicos y servicios de anuncios por palabras personas que buscan activamente deshacerse de un gato porque han quedado embarazadas. Eso en los mejores casos, el embarazo de la dueña, manda a la calle a mucho gatos todos los años. Este comportamiento suele responder a una recomendación médica algo temeraria: ¿Está usted embarazada y tiene gato? Sáquelo de casa. 

Esta recomendación médica suele provenir de una exageración respecto del riesgo real que supone tener un gato durante el embarazo. 

Existe una enfermedad llamada toxoplasmosis que es totalmente inocua si se contrae en cualquier momento de la vida, excepto si tu madre la contrae mientras está embarazada de ti. En caso de que una mujer embarazada la desarrolle, puede afectar al embrión, generando distintos tipos de disfunciones que acaben suponiendo algún tipo de limitación física, perceptiva o cognitiva en el niño (que será más grave cuantas menos semanas de embarazo hayan pasado). Sin embargo, el gato, aunque en escenarios muy concretos puede transmitir la enfermedad, no es el agente principal que lo transmite. 

La mayor parte de las mujeres que contraen la enfermedad lo hacen a través de alimentos mal cocinados (especialmente carnes), mal lavados (ensaladas, frutas, verduras...) y falta de higiene (no lavarse adecuadamente las manos antes de manipular alimentos y comer). Es en esta última vía en la que nuestro amigo felino puede tener algo que ver en la transmisión de la enfermedad. 

Lo primero que tenemos que saber es que sólo los gatos portadores del la enfermedad (un 20% de la población, que generalmente son callejeros) pueden transmitirla. Si nuestro gato no es portador de la enfermedad, no entrañará ningún riesgo para nosotros. Para saber si es portador, lo más sencillo es acercarnos a nuestra clínica veterinaria de confianza y pedir que le hagan un análisis de sangre. En un par de días sabremos cuánto debemos preocuparnos y el propio veterinario podrá orientarnos sobre prevención de la enfermedad, tanto para nosotras, como para nuestros gatos. 

Si nuestro gato es portador, hay que tener en cuenta que la enfermedad sólo la transmite si ingerimos sus heces. Por tanto, es recomendable que otra persona distinta de la mujer embaraza cambie el arenero del gato y que ella se lave bien las manos después de jugar con el gato y antes de manipular comida o comer.

Estas sencillas medidas pueden impedir que nuestro amigo se convierta en un riesgo para nuestro hijo. Sin embargo, habrá mujeres que, temerosas de correr el más mínimo riesgo con respecto a su bebé (que es completamente respetable) prefieran alejar al gato durante el embarazo. Dado que el tiempo de riesgo es limitado (9 meses por hijo), no sería descartable buscar a alguien que pudiera cuidarnos al gato en ese periodo de tiempo, ya que el niño nacido (especialmente si mama) estará en disposición de hacer frente a la enfermedad sin secuenlas, si acaso se contagiara. 

Si decides deshacerte definitivamente del gato, por favor, no lo abandones. Busca un nuevo hogar para él o ponte en contacto con alguna asociación que pueda ayudarte. 


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