domingo, 14 de octubre de 2012

Adiós, gatita

eHace 13 años, mis padres salieron a dar un paseo. Nadie pensó que pudiera tener más impacto en nuestras vidas que una cena tardía, pero, cuando llegaron mis padres, resultó que la cena se iba a retrasar aún más.

Un gatito al que mi padre había hecho caso les había seguido hasta el portal y le bajamos algo de comida. La olisqueó, pero no la probó. En realidad, quería mimos y atención, porque otra gente a la que había seguido ya la había alimentado.

Era de color blanco y negro y demasiado confiada para haber, ya no nacido, sino pasado tiempo en la calle. Tenía que ser de alguien. O se había perdido o la habían abandonado.

Eran las tantas y, con cierta complicidad paterna, persuadí a mis progenitores para subirla a casa y llevarla al día siguiente al veterinario para comprobar el chip.

No tenía chip, era gata y contaba unos 7 meses.

Contacté con todos los veterinario del pueblo, pero la única persona que buscaba un animal similar había perdido un macho. Incluso vino a mi casa, por si acaso, pero no era el suyo.

Así entró Katty en nuestras vidas.

Era muy mimosa cuando quería y muy borde cuando no estaba de humor. Sus dominios eran toda la casa y su trono la cama de mis padres. Era dueña y señora de su vida y, con 2,5 kg, tenía contra las cuerdas a un perro de 30. Durante 3 años, se tomó vacaciones en agosto, y sólo el último volvió embarazada de dos preciosos gatitos. Después la esterilizamos y no quiso volver a saber nada de la calle.

Hace dos años y medio, un gato enorme y macarrilla entró en su vida y tardaron en llevarse, pero llegaron a un pacto de convivencia aceptable tras las primeras tensiones.

El perro se marchó en junio. Ella se marchó ayer. El macarra aún da guerra, y esperemos que dure.

Llevaba un par de semanas oyendo a mi madre quejarse. Decía que comía mal, que estaba adelgazando, que siempre tenía el pelo erizado.

Yo le decía que podía ser la edad, pero que una visita al veterinario me parecía procedente.

El viernes la vi y me dio mala espina. Estaba en los huesos y no es que tuviera el pelo erizado, es que lo tenía "asqueroso". No sucio, pero desagradable, sin fuerza, sin brillo.

Le dije a mi madre que no se preocupara, pero que yo la llevaría al veterinario cuanto antes "para descartar cosas y quedarme tranquila".

Pero no descartaron cosas y no nos tranquilizaron.

Tran unos análisis y una ecografía, no había dudas sobre el fallo hepático y el leve fallo renal. Había sólo dos opciones: Una esófagotomía (o algo así, básicamente hacerle una incisión en el cuello y alimentarla a través de un tubo) y tenerla ingresada entre 10 días y 6 semanas, sin garantía de que no acabáramos terminando en la opción dos de todas formas; o aceptar que era el fin.

Ayer eutanasiaron a mi gata, porque no creemos que tenga sentido hacer sufrir a un animal de esa manera. La queríamos y la otra opción nos parecía absurda desde todos los puntos de vista.

Ayer se fue otra amiga, y van dos muy seguidos, ¿no os parece? Yo creo que demasiado. Igual se echaban de menos. ¿Quién sabe?

Pasamos muchas horas juntas, momentos buenos y malos, vimos crecer y marchar a sus hijos, compartimos piso, familia, amigos...

Pero eso se acabó.

No pude despedirme. No pude estar allí. Ni siquiera me avisaron. Lo hicieron por bien, pero yo lo hubiera preferido de otra manera.

Ahora ya da igual.

Katty se ha marchado. Ahora estará con Pócker, poniéndolo a ralla y haciéndose dueña y señora del lugar.

Preciosa, te echamos de menos.

viernes, 29 de junio de 2012

El Rey de todos los regalos

Querido Póker:

Te escribo esta carta como despedida. Es absurdo pensar que "ya no podrás leerla", porque, aunque siempre fuiste un perro muy listo, nunca aprendiste a leer.

En cualquier caso, esta carta te la escribo a ti, pero, en realidad, todos sabemos que es para mí.

Hoy no ha sido un gran día. Ha sido un día muy duro. No ha sido el día más duro de mi vida, ni siquiera el de esta semana; pero claro... ¡qué semanita!

El día 6 de enero del año 1999, una bola rubia empezó a ladrar dentro de una caja en nuestro salón. Era un regalo compartido, para mi padre y para mí. La culminación de 12 años queriendo que la Mañana de Reyes trajera un nuevo miembro peludo a la familia.

Nunca fuiste perro de un solo amo. Buscabas a todos los miembros de la familia, visitas, extraños... Mientras te hicieran caso, todo esta bien, ¡y no hablemos ya si una golosina se dejaba caer de sus manos!

Recuerdo mil anécdotas e historias en estos 13 años y medio que hemos estado juntos; desde el día que robaste el sándwich de atún a un niño en la puerta del colegio (qué palo...), hasta el día en que aquel cruce de dogo argentino con pitbull te pegó un viaje, pasando por miles de momentos: Paseos, caricias, cepillados, comidas, salidas excepcionales...

Hubo días muy duros, como cuando te diagnosticaron la displaxia de cadera; y otros muy felices. Sería difícil contar cuántos de éstos últimos.

Fuiste el mejor amigo, que daba todo sin exigir nada a cambio. Sabías cuándo estaba contenta o triste, también cuándo estaba más exigente y cuándo podías salirte con la tuya. Como ya he dicho, eras un perro muy listo.

El veterinario te bautizó "San Póker", porque eras más bueno que el pan. La primera vez que te llevamos a su consulta, se atrevió a darte puntos en la boca sin anestesia, y demostraste que eras un valiente. De hecho, incluso el vecino al que le daban miedo los perros insistía en que no le importaba que subiéramos con él en el ascensor (aunque nunca lo hicimos, por supuesto).

Nunca hiciste un mal gesto a nadie. Te dejabas acariciar por cualquiera, aunque no te acercabas a nadie porque sí. En general, te mantenías alejado de los extraños, como se te había enseñado.

Tampoco diste mucha guerra con otros perros, aunque tus días de "macarrilla pandillero" existieron. Sin embargo, sólo hubo un perro con el que podemos decir que no te llevabas bien, y era porque él te tenía miedo.

Ha sido muy triste decirte adiós. El momento más duro de nuestra relación, aunque, como decía Papá, sabíamos que llegaría desde el día en que entraste en nuestras vidas.

Agradezco poder haber estado a tu lado en este momento, como tú estuviste al mío en tantos otros. Es duro sentir como tu perro deja de respirar en tus brazos, pero es aún más duro pensar que pudiera haber sido de cualquier otra manera.

Te has ido tranquilo, relajado, en paz. Cuando te has marchado, he sentido cierta serenidad, la certeza de que aquel cadáver que había sobre la mesa no eras tú. Ya no. No había nada mío en aquella habitación. Todo lo que había entrado conmigo, conmigo se marchaba, porque siempre estarás en mi pensamiento y en mi corazón. "Mi perro". 

Hubiera podido tener un perro distinto, pero no uno mejor.

13 años y medio que sólo puedo resumir en una palabra: GRACIAS.

Un beso, un abrazo, una caricia, un paseo y una galleta:

Tu amita

miércoles, 9 de febrero de 2011

Comprar un canario


Los canarios encuentran sus orígenes, no sólo en las Islas Canarias, sino también en las Ozores, Cabo Verde y Madeira. De allí proviene el Serinus Canaria, el padre de todos los canarios, un pájaro granívoro de la clase de los paseriformes.

Existen tres tipos de canarios: De canto, de forma y de color; según el aspecto que más hayan valorado los distintos criadores. No obstante, todos los canarios machos cantan, aunque lo hagan con entonaciones diferentes. 

Entre los canarios de canto, podemos destacar las variedades: Timbtrado español, Rollier, Malinois y Cantor americano.


La gran variedad de colores que podemos encontrar entre los canarios puede llegar hasta las 500: Amarillos, verdes, grises, rojos, blancos, marfil, pasteles...

Desde el punto de vista de la postura, también existen distintas razas, que se caracaterizan por su tamaño, plumaje rizado, cresta u otro tipo de parámetros que los diferencian de los canarios más convencionales. Algunas de ellas son: Hoso japonés, Lizard, Border, Rizado de París, Rizado del sur, Maniqués, Norwich, Giboso Español, Scotch Fancy, Fife Fancy, Gloster...


Además, existen algunos híbridos llamados "mixtos", fruto de cruces entre canarios y otras especies, generalmente orientados a mejorar el canto y que parezca más silvestre. Estas variedades son muy apreciadas y a veces difíciles de encontrar, probablemente porque la mayoría de los ejemplares son  estériles. 

Como siempre, lo primero que tenemos que valorar es si realmente queremos una mascota, en este caso, un pájaro. Un canario puede vivir hasta 10 años y, si bien es cierto quee s un animal de jaula que requiere  menos cuiadados que otras mascotas, no debemos olvidar que es nuestra responsabilidad garantizar que esté adecuadamente atendido durante el tiempo que viva.


Una vez valoradas las características que queremos que tenga nuestro nuevo compañero, el siguiente paso será buscar un criador o una tienda de animales que comercialice la variedad que hemos elegido. El ejemplar deberá mostrarse vivaz, alegre y cantarín, todos ellos síntomas de una buena salud. Las plumas deberán estar brillantes, limpias y pegadas al cuerpo; los ojos limpios y expresivos; las patas rosadas, ligeras, suaves y elásticas; y sus movimientos vibrantes y nerviosos.

Algunos aficionados, recomiendan comprar entre noviembre y marzo, puesto que la muda ya ha tenido lugar y los canarios tienden a mostrarse más cantarines, lo que, entre otras cosas, nos ayudará a identificar a machos y hembras.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Regalos de Navidad


Se acercan las fechas en las que la venta de mascotas alcanza su punto álgido del año. En efecto, me refiero a la Navidad. 

Dentro de unos meses, los animalitos regalados en estas fechas empezarán a aparecer por las calles de nuestras ciudades, en el monte, atropellados en una cuneta... Triste final para un regalo que se había hecho y, probablemente recibido, con mucha ilusión.

Muchos dicen que no se deben regalar mascotas, y parte de razón tienen, aunque hay formas y formas de regalar un animalillo a uno de nuestros seres queridos. Para mí, el mejor regalo de Reyes que he tenido llegó a mis 17 años, era un golden retriever y podéis verlo en el banner de mi página. 

Regalar una mascota supone una responsabilidad compartida entre quien regala y quien recibe, por lo que voy a plantearos las claves para que este regalo no se convierta en un problema, ni para sus nuevos dueños, ni para sí misma, ni para la sociedad. 

1. Asegúrate de que es el regalo adecuado

Puede parecer una tontería, pero muchas veces regalamos lo que a nosotros nos haría ilusión, en vez de lo que la otra persona desea. Cuando eso se traduce en unos guantes nuevos que no van a llegar a estrenarse, no es tan grave; pero cuando estamos poniendo la vida de un animal en manos de otra persona, la cosa se pone seria. Si una mascota no es lo que más ilusión va a hacer a esa persona, ¿por qué regalársela? Seguro que encuentras otro regalo mejor. 


2. Averigua qué opinan las personas con las que vive

Recuerdo que una amiga nuestra quería un gatito y, cuando se fue a vivir con su novio, pensamos que sería buena idea regalárselo. Por tanto, llamamos a su novio para preguntarle qué le parecía y nos dijo que ni lo pensáramos, que él no quería un gato. 

Es una anécdota, pero pasa con frecuencia. Igual una mascota es algo que la persona a la que vamos a regalar está deseando, pero si convive con otras personas, habrá que negociar con ellas antes de hacer el regalo. No está bien crear problemas en una pareja o una familia, sólo por satisfacer el capricho de uno de sus miembros. Si, además, alguna de las personas con las que vive es alérgica y no lo sabemos, puede ser aún más grave nuestra osadía.

Antes de tomar la decisión de regalar, pregunta porque podría pasar que no seas el único que había pensado en ese regalo. Juntarse con 3 gatos de la noche a la mañana puede convertirse en un problema. 

Piensa que a quienes regalas una mascota les estás haciendo responsables de su vida y cuidados. Por tanto, es algo que debes explicarles y, ante la más mínima duda, es mejor no hacer ese regalo.

3. Busca la mascota apropiada

Una vez comprobado que la persona a la que vamos a hacer el regalo está deseando recibir una mascota y que las personas con las que vive están de acuerdo en introducir un animalito en su vida, lo siguiente es determinar qué mascota vamos a regalar. Generalmente, serán el deseo de la persona a la que hacemos el regalo y la tolerancia a cierto tipo de animales por parte de su familia los que determinarán el animal a regalar. Déjate aconsejar por los miembros de su familia, especialmente los que conviven con la persona a regalar. 

También hay que tener en cuenta que hay gente que desea mascotas que no son acordes a su realidad. No regales un perro a alguien que no tiene tiempo para pasearlo, ni un caimán a un niño, sólo porque les haga mucha ilusión. 


Una vez decidida la mascota, habrá que buscar un criador serio. En general, los animales con contrato de adopción no se pueden regalar; por lo que, si decidimos adoptar, tendremos que tener un aliado en el hogar de la persona que recibirá la mascota para poder tramitar los papeles a su nombre o explicar muy bien la situación concreta a la protectora. Otra opción sería regalar un "Vale por un... (mascota)" y llevar a la persona que recibe el regalo a elegir el ejemplar que quiera, así seguro que no nos equivocamos. 

Recuerda que hay algunas especies que necesitan papeles especiales y razas de perros que sólo se pueden pasear con una licencia que hay que gestionar. No te metas en problemas regalando mascotas que luego no se puedan mantener adecuadamente o que supongan un problema para quien las recibe. Si sabes que esa persona quiere un perro de los considerados peligrosos y vas a regalárselo, olvídate de dar sorpresas y avísale para que tenga toda la documentación en regla cuando el animal llegue a casa.

¡Cuidado con los traficantes!

En estas fechas, por la oportunidad de negocio, proliferan las camadas de baja calidad, los timos, los cruces indiscriminados... 

Sé de lo que hablo por propia experiencia. Mi perro tiene displaxia de cadera, debido a los cruces indiscriminado de un criador sin escrúpulos. Es cierto que en la tienda de animales en la que lo adquirieron nos devolvieron lo que había costado y nos dejaron que nos lo quedáramos, pues era lo que se había acordado si se daba esa situación; pero tengo un perro que cojea desde los 4 meses y es algo que podía evitarse y no debería haber pasado.

Pedid siempre todas las garantías y que no os den largas, porque están muy ocupados por la campaña de Navidad. Si no tienen todo en regla, buscad otro criador o comprad en otra tienda. 

5. Preparad el ajuar


Todas las mascotas tiene una serie de necesidades que les son propias (alimentación, hábitat, juguetes...) y que no estarán disponibles en su nuevo hogar si no lo hemos previsto. No es suficiente regalar una mascota y desentenderse; hay que preparar el ajuar para que la mascota tenga todo lo que va a necesitar en su nuevo hogar cuando llegue. Una razón más para ponernos de acuerdo con las personas con las que vive a quien haremos el regalo.

6. El gran día

El día que llega una nueva mascota a casa, siempre es una fiesta; pero si sumamos que ya era fiesta antes de que llegara la mascota, todo puede volverse demasiado confuso e incluso aterrador para el animalillo. No os deis disgustos y preparad el terreno. Habrá que tomarse las cosas con calma, buscar un momento y lugar tranquilo para realizar la entrega, tener un sitio previsto para mantener al animal hasta que llegue el momento de dárselo a su nuevo dueño... Si, además, hay niños de por medio, habrá que explicarles que su nueva mascota necesita tiempo y respeto para adaptarse a su nuevo hogar. Hacer correctamente las presentaciones será clave para que todo vaya como la seda a partir de ese momento.


Resumen: 

Regala una mascota sólo si consigues contestar afirmativamente a las siguientes pregutnas. 

¿Es lo mejor que le puedo regalar? 

¿Su familia está de acuerdo? 

¿Es ésta la mascota apropiada para esta persona? 

¿Me dan todas las garantías al adquirirla? 

¿Tenemos todo lo necesario para su llegada al nuevo hogar? 

¿Sabemos cómo vamos a entregárselo a la persona regalada?

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Enfermedades del perro: Leishmaniasis


Hoy voy a hablaros un poco de la leishmaniasis, una de las zoonosis más extendidas en nuestro país. 

La leishmaniasis es una enfermedad producida por un protozoo parasitario y que se transmite a través de la picadura de un mosquito llamado phlebotomus. Sus víctimas favoritas son los perros y rohedores, pero también pueden atacar a los humanos (de ahí que hablemos de zoonosis: enfermedad que se puede transmitir de animal a persona). Su variante más habitual es la cutánea, aunque también suele afectar a las vísceras.


Los primeros síntomas visibles suelen ser uñas anormalmente largas, hiperqueratosis, úlceras, descamación, nódulos intradérmicos... que se presentarán con más frecuencia en orejas, hocico y almohadillas de los pies. Sin embargo, también hay otros síntomas menos evidentes que nos darán pistas sobre los órganos internos afectados: Pérdida de peso, aumento del apetito (sin aumento o con reducción de peso), aumento de orina y sed, atrofia muscular, ganglios inflamados, sangrado por la nariz, transtornos digestivos, insuficiencia hepática... 

La mala noticia es que no tiene cura y no existe ninguna vacuna para prevenirla. La buena es que podemos reducir el riesgo de contagio de nuestra mascota tomando algunas medidas de prevención. 

Dado que no podemos incidir sobre el protozoo que provoca la enfermeddad, tendremos que actuar sobre el mosquito que la transmite. 

El phlebotomus, o mosca de la arena, habita en zonas mediterráneas y tropicales y las hembras son las únicas que pican a los mamíferos, por la necesitadad que tienen de proteínas para la producción de huevos. Tienen hábitos nocturnos, por lo que la picadura tiene más probabilidades de producirse entre el atardecer y el amanecer que a lo largo del día. Además, prefieren los lugares húmedos y oscuros, si le sumameos una higiene deficiente, mejor que mejor. Su proliferación es mayor desde la primavera hasta el otoño.


La enfermedad se transmite porque el mosquito pica a un animal infectado, se infecta (aunque a él no le afecta) y, al picar a un animal sano, le transmite el protozoo.

Un lugar húmedo, oscuro y de fácil acceso para el mosquito puede ser la caseta de nuestro perro. Por ello, deberemos intentar mantenerla siempre limpia y utilizar algún tipo de producto repelente de mosquitos dentro de ella para que nuestra mascota no esté más expuesta de lo necesario. Además, si podemos, es mejor que el perro permanezca dentro de casa durante las horas de más riesgo y que, para su seguridad y la nuestra, utilicemos mosquiteras en las ventanas y productos repelentes de mosquitos. 

A parte del entorno, podemos utilizar productos repelentes específicos que se aplican directamente sobre el animal. Los más frecuentes son los collares, que también suelen prevenir picaduras de otros parásitos, como garrapatas y pulgas. No obstante, no todos los collares tienen el principio activo que repele a estos mosquitos, por ello habrá que asegurarse antes de comprarlos.

Los pulverizadores y ampoyas también pueden ser de gran ayuda, especialmente si vivimos en una zona de riesgo. Aunque, de nuevo, habrá que cerciorarse de que contengan el repelente específico para el mosquito.

Pero, ¿qué pasa si nuestra mascota se ha contagiado? 

El periodo de incubación es variable, entre 1 mes y 7 años, lo que implica que nuestro perro puede ser un reservorio de estos protozoos durante años sin que siquiera lo sospechemos. Por eso, muchos veterinarios recomiendan realizar un análisis de sangre una vez al año, al terminar el otoño o comenzar el invierno, para averiguar si nuestra mascota se ha contagiado a lo largo del periodo de más riesgo. Si no, serán los síntomas de la enfermedad los que lleven al veterinario a recomendar el análisis para realizar el diagnóstico.


El problema que surge cuando detectamos que nuestro perro es portador se divide en los siguientes aspectos: 

- La enfermedad no es curable y es mortal, aunque existen tratamientos de mantenimiento. 
- La enfermedad es contagiosa a otros animales a través de la picadura. 
- La enfermedad es contagiosa a las personas a través de la picadura.

En el momento en que el protozoo ataque los órganos internos de nuestra mascota, su calidad de vida se irá reduciendo, hasta que le sobrevenga la muerte, o nosotros decidamos "dormirlo". Existen tratamientos que sirven para ralentizar la enfermedad, que deberán ser administrados durante el resto de la vida del animal y que, cuanto más precoz sea el diagnóstico, más tiempo y calidad de vida ofrecerán a nuestra mascota. De ahí que muchos veterinarios se muestren partidarios de un análisis anual para el diagnóstico precoz de la enfermedad. 


Sin embargo, muchas veces nos encontraremos con que, ante el diagnóstico, se nos plantee la opción de "dormir" al animal directamente. Que se nos ofrezca o no dependerá de los planteamientos personales de nuestro veterinario, pero creo que es importante considerarlo, en referencia a los dos últimos puntos que planteo. En algunos países con alto riesgo de contagio, el sacrificio del animal es obligatorio por ley para evitar la proliferación de la enfermedad.

El perro por sí mismo no puede contagiar ni a otros animales, ni a otras personas. Éste es el argumento utilizado para rechazar la muerte del animal como una opción. 

Sin embargo, es un foco de enfermedad y, por tanto, como tal tendremos que tratarlo. 

Si decidimos no sacrificarlo, deberemos tomar todas las medidas preventivas posibles para evitar que otro mosquito le pique, así como que pique a otros animales y personas del entorno. Es importante valorar que las personas con sistemas inmunitarios deprimidos (bebés, niños pequeños, ancianos, personas en tratamiento de quimioterapia o radioterapia, transplantados, enfermos de sida, enfermos de hepatitis...) pueden presentar graves complicaciones en caso de contagiarse, por lo que deberemos extremar las medidas de seguridad si el animal vive cerca de este tipo de personas (no sólo en la misma casa, sino en el mismo bloque, la misma urbanización...). Como propietarios del animal, la responsabilidad de que la enfermedad no se extienda a otros perros y personas es exclusivamente nuestra, por lo que debemos ser extremadamente meticulosos a este respecto.


Las razones para sacrificarlo suelen estar relacionadas con eliminar el foco de enfermedad que el perro representa. Puede tener sentido si es un perro de jauría, que comparta nicho con otros ejemplares que hayan demostrado estar sanos; si vive en una zona en la que haya muchos perros y no estamos dispuestos a tomar las medidas necesarias para que no se contagien; si existen personas con características de alto riesgo en el entorno inmediato del perro: Bebés, niños pequeños, ancianos, personas en tratamiento de quimioterapia o radioterapia, transplantados, enfermos de sida, enfermos de hepatitis...  Aunque, reubicarlo en un lugar en el que no suponga un riesgo inmediato para nadie puede ser una alternativa con la que nos sintamos más cómodos.

También depende de qué medidas hubiéramos tomado para prevenir la infección. Si no hicimos nada, no podemos sorprendernos del contagio y quizá podamos prevenir futuros contagios con un sistema de prevención bien diseñado. Si tomamos todas las medidas y se contagió, deberíamos plantearnos que podrían volver a fallar, siendo esta vez nuestros otros perros, el perro de la vecina, los abuelos, hijos o vecinos los afectados.

La Organización Mundial de la Salud calcula que hay unos 12 millones de personas afectadas por la enfermedad en 88 países, con 2 millones de nuevos casos diagnosticados al año. Generalmente, se trata de comunidades pobres, que viven en condiciones insalubres y no tienen acceso a medicamentos adecuados; lo que implica que algunas de ellas llegan a morir por falta de atención médica o, incluso, por ausencia de diagnóstico.


En nuestro país, se detectan unos 700 casos al año en seres humanos, y siempre asociados a grupos de riesgo.

Cada uno tendrá que valorar lo que hace con su perro. No obstante, seamos responsables, porque estamos hablando de un problema de salud pública. Lo primero, prevenir. Lo segundo, prevenir. Y, si falla, actuar con responsabilidad, sea en la dirección que sea.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Las zarpas donde pueda verlas...



Una de las pegas que muchas personas encuentran a tener un gato es el tema de las uñas. Con ellas, nuestros amigos peludos se defienden, se agarran a distintas superficies para afianzar el paso, trepan, marcan su territorio... Nos arañan, destrozan el sofá, se suben por las cortinas...

Tener un animal suelto por casa, tiene ese tipo de problemas, que son animales y no dejan de serlo por convivir con nosotros.


Cuando un gato nos araña jugando, no intenta hacernos daño, es sólo que nuestra piel es demasiado frágil y le falta la capa de pelo que podría tener un compañero de juegos de su especie. En cuanto al sofá, los gatos necesitan "trabajar" sus uñas para que las capas viejas se suelten y dejen paso a las nuevas. Además, al arañar, segregan una sustancia con su olor que marca el lugar como parte de su territorio. Las cotinas son un juguete como otro cualquiera. ¡Hasta cuelgan y todo! ¿Quién no querría intentar trepar por ellas? 

Muchos de estos problemas se solucionan con educación y poniendo a disposición del gato otro tipo de rascadores y juguetes más apropiados (al menos desde nuestro punto de vista). No obstante, si a tu gato le encanta el sofá, o es un poco bruto jugando, es posible que no puedas erradicar esos malos hábitos por completo y, sintiéndolo mucho, tendrás que aprender a vivir con ello.

No obstante, existen un par de cosas que puedes hacer para minimizar el impacto. 

Cortar frecuentemente las uñas del gato para dejarlas romas puede ser un primer paso. Eso sí, ten cuidado al hacerlo, pues sólo debes cortar la punta. Puedes pedir a tu veterinario que lo haga él, o que te enseñe, para no dañar ni las venas, ni el nervio que hay dentro de la uña. 

Además, en el mercado, existen unas fundas para las uñas que podrías probar. Se pegan sobre la uña del animal, pero no son afiladas, por lo que no se enganchan en la tela ni en la piel, eliminando parte del problema. A tu gato no le gustarán e intentará quitárselas, no tengas la más mínima duda; pero algunos se acostumbran a llevarlas y llega un momento en que nos les dan importancia.

Lo que nunca, y bajo ningún motivo, debéis siquiera platearos es "quitarle las uñas al gato", como me decía el otro día una persona sin ningún tipo de conocimiento de lo que significaba lo que estaba planteando. 

Quitarle las uñas al gato supone cortarle la primera falange de cada dedo.

¿Os imagináis vuestra vida si os quitaran la primera falange de cada dedo de la mano y el pie? ¿Cómo os sentiríais? ¿Cómo caminaríais? ¿Os dais cuenta de que, cuando andamos (y los gatos también), la última parte del pie que toca el suelo es, precisamente, la última falange del dedo y que, sin ella, no podríamos equilibrarnos adecuadamente? 


Cuando le quitamos las uñas a un gato, estamos mutilándole brutalmente, por eso las protectoras de animales y criadores respetables prohiben de forma expresa este tipo de comportamiento hacia los animales que entregan. Les quitamos su medio básico de defensa, de agarre en superficies deslizantes, de equilibrarse en las alturas, de caminar con normalidad... Todo ello, trae problemas en las articulaciones y la espalda que acabarán pasándole factura, además de volverle más inseguro, tanto al moverse, como si ha de enfrentarse a algo que le asusta.

No seamos brutos. Si no queremos un gato, no lo tengamos; pero no mutilemos a un pobre animal para darnos el capricho de tener algo calentito que acariciar. Si las uñas son un problema tan grande para ti, igual un gato no es la mascota que estás buscando.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Mascotas para niños (IV): El último adiós


Una de las lecciones que los animales, por su esperanza de vida más corta, nos suelen dar es que toda vida que empieza tiene que terminar en algún momento. Éste suele ser siempre un momento trájico y es algo para lo que debemos preparar al niño. 

Muchos padres, ante la muerte de una mascota, intentan ocultar lo sucedido a sus hijos con el fin de protegerlos. Si pueden, algunos intentan comprar una mascota igual (sobre todo si son peces, pájaros o hámsters) con la esperanza de que el niño no se dé cuenta. Si es muy pequeño, puede que le pase inadvertido el cambio, pero lo habitual es que se den cuenta de que el animal ha sufrido algún cambio (una mancha aquí, más tamaño...). También están las típicas excusas de "se ha escapado", "se ha ido con su mamá", "está en una granja con otros animalitos felices como él", "se ha marchado con su novia"...

En cualquier caso, metir al niño, aunque puede hacernos sentir mejor a nosotros, no es necesariamente lo mejor para él. Los padres tendrán que valorar la madurez del pequeño y, en función de su edad, explicarle lo que ha pasado. Esto puede llevar a conversaciones sobre el significado de la muerte y cómo entendemos nosotros que debe afrontarse este proceso. Es importante hablar de ello con naturalidad y explicar a nuestros hijos que, aunque todos echaremos de menos a nuestra mascota, la muerte es algo que forma parte de la vida. 


Si tienes alguna creencia religiosa o transcendente, puede ser una oportunidad de explicar algunos aspectos sobre cómo tu religión o tus creencias afrontan el momento de morir. Si no tienes creencias transcendentes, es una oportunidad de afrontar con tus hijos el hecho de que todos los seres vivos estamos sujetos a las normas de las naturaleza y que esta vida es un regalo que debemos disfrutar, ya que, en algún momento, tocará a su fin. 

Hay que comprender también que para el niño puede ser duro. Comentarios como: "Si sólo era un..."pez, pájaro, ratón, hamster...)" son muy contraproducentes y añadirán más dolor al niño, que se sentirá recriminado por estar pasándolo mal cuando ha perdido algo que para él era importante. Es necesario acompañar ese dolor, dejar que lo exprese y hablar de ello con tranquilidad y ayudándole a entender lo que está pasando.

A veces, podemos anticipar estas situaciones por la edad de la mascota, alguna enfermedad... No tiene sentido que esperéis al último momento para explicar a vuestros hijos lo que la vejez o la enfermedad anticipan. La muerte no debería ser una sorpresa desagradable, sino algo que llega y que el niño sabe que, tarde o temprano, tiene que suceder.


Si tenéis intención de introducir otra mascota en casa, es bueno que habléis con el niño de la posibilidad y que respetéis sus tiempos. Igual quiere esperar un poco. Si no, es necesario que le expliquéis que la nueva mascota no será exactamente como la otra: No hará los mismos trucos, no reaccionará igual ante los mismo estímulos, no le gustarán las mismas golosinas... Y, sobre todo, será un nuevo animalillo al que educar y criar, una nueva oportunidad de tener un amigo que no sustituye al anterior, sino que nos aporta algo nuevo y merece ser valorado por sí mismo.

Un aspecto que debéis tener en cuenta es que quizá no podáis enterrar a vuestra mascota donde queráis, incluso aunque sea vuestro propio jardín o finca. Existen motivos de salud pública para que esto sea así. Enteraos bien de la legislación municipal sobre estos temas para no tener luego un problema.