Hoy voy a compartir con vosotros una historia que posiblemente conocéis, pero sobre la que quiero reflexionar. Me refiero a la historia de Christian, el león que, en el año 1969, fue comprando en Harrods (Londres) por John Rendall y Anthony Ace, dos autralianos que compartían piso.
Es importante comentar que estas personas compraron legalmente al animal, que pertenecía a la 5ª generación de leones criados en cautividad.
Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que, aunque lo querían mucho, lo mejor para el león no sería compartir piso con ellos. Lo sacaban a pasear, jugaban con él..., pero era un animal que prometía crecer hasta hacerse enorme y que podría llegar a tener problemas (y dárselos a ellos).
En un acto de responsabilidad, se informaron sobre las opciones que tenían y oyeron hablar de un tal George Adamson, un experto que había reintroducido leones en la sabana africana con éxito. Contactaron con él y, aunque entrañaba cierto riesgo, dado que era un león criado en cautividad (lo que podía llegar a costarle la vida si iba mal); decidieron que lo mejor para su leonino amigo era intentar que se convirtiera en un león salvaje.
La reintroducción fue satisfactoria y, un año después (1972), sus antiguos dueños quisieron visitarlo. El problema era que Christian ya era un león salvaje, que vivía con su propia manada, y les informaron que debían tener cuiadado, porque no les reconocería. No obstante, fueron a verlo y esto es lo que pasó:
En 1973, Rendall volvió a visitarlo, y ésa fue la última vez que lo vieron. Tenía su propia manada, sus propios cachorros y era todo lo que un león podría desear en esta vida.
No voy a criticar a quienes tienen animales exóticos en casa (siempre que hayan sido criados en cautividad y tengan todos sus papeles y controles veterinarios en regla), pero creo que merece la pena pararse a pensar en esto: ¿De verdad es más feliz conmigo de lo que sería en su hábitat natural?
Esta es la última foto de Christian, con Adamson, cuando ya era adulto.
Y reitero lo del "hábitat narual". Es un error soltar un animal en un hábitat que no es el suyo, porque corre un importante riesgo de no adaptarse, pero, si se adapta, es aún peor, porque puede desequilibrar el ecosistema. Si no, que se lo pregunten a los australianos, que han ido introduciendo distintos tipos de especies a lo largo del tiempo y todas y cada una de ellas se han convertido en un problema y una amenaza al ecosistema.
Los que liberan animales en entornos naturales que no les corresponden, son terroristas ecológicos y merecen ser perseguidos por un atentado contra la naturaleza, tanto los que los abandonan, como los que, afirmando ser amigos de los animales, realizan sueltas indiscriminadas.
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